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La Experiencia de Santiago
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Don Manuel y su coche enloquecido:
Esta es una Historia para hacer reír a todos
menos al que la padeció. - ¡Loco! ¡Mi coche se ha vuelto loco! -gritaba Manuel González fuera de sí.. Jadeaba y su rostro estaba tan congestionado que daba miedo. Tenía barro en la cara y en toda su flamante ropa. - Por favor, don Manuel, cálmese, que le va a dar algo. Santiago le hizo sentarse y le dio un vaso de agua fresca. El coche, un Audi Tdi, lo traía en grúa. El motor chorreaba aceite, por un gran agujero en el costado del bloque asomaba un pedazo de biela, pero no se le veían huellas de haberse salido de la carretera. El barro que ensuciaba a su conductor era un misterio por desvelar. Don Manuel desvariaba, hablaba de un poder infernal, de un Apocalipsis. - Veamos, cuénteme con detalle lo que pasó. Tras ordenar el relato (cosa nada fácil dado el estado de chock del narrador), los hechos podían haber sucedido de la siguiente forma:
Don Manuel acababa de cambiar los neumáticos y
de paso, en el mismo taller, el aceite del motor. Circulaba normalmente por
la carretera cuando empezó a oír un murmullo anormal que él atribuyó a
algún rodamiento, de repente sonó un repiqueteo ensordecedor en el motor a
la vez que notaba como si alguien empujase el coche. Levantó el pie del
acelerador y miró por el retrovisor, la carretera estaba desierta; pero el
coche corría cada vez más. Él nunca pasaba de 120 km/h. por ese tramo,
pero ahora iba a 160 y aumentaba rápidamente. Pisó el embrague y el motor
se lanzó a tope de revoluciones. Logró detenerse en el arcén y quitó el
contacto, pero el motor cada vez rugía más. Se bajó del coche y salió
corriendo a campo traviesa. El rugido del motor era como si un loco con una
motosierra le persiguiese y estuviese a punto de alcanzarle. De repente oyó
a sus espaldas un espantoso crujido y se tiró de boca al suelo. Siguió un
silencio sepulcral; en un principio creyó que había sido alcanzado y
estaba muerto. Luego alzó los ojos y vio la figura inmóvil de su coche
rodeado de una densa nube de humo azulado. Un camión se había detenido y
el camionero bajaba con un extintor. Hundió de nuevo la cara en la hierba y
se quedó un largo rato así, sin pensar en nada. Cuando por fin se levantó
y volvió junto al coche había una multitud de curiosos alrededor. Intentó
explicar lo sucedido pero nadie entendió nada de lo que él decía ni
consiguieron encontrar una explicación a lo sucedido. Nosotros queremos dar al lector la posibilidad de desentrañar el misterio por sí mismo, con lo cual hacemos un favor a sus pobres neuronas adormecidas en la dulce miel en la que para algunos se ha convertido la sociedad del bienestar.
Pistas: La caja de cambios apareció sin una sola gota de aceite. Otra pista: todo se produjo a través de la respiración cerrada de la ventilación del cárter. Más pistas: no se trata de una avería del coche, sino de una operación equivocada en el taller de neumáticos. Pregunta: en qué consistió dicha equivocación.
Explicación: Cuando don Manuel fue a sustituir los neumáticos, quiso aprovechar que el coche estaba en el elevador para cambiar también el aceite.,Pero el mecánico dijo que no, que esa no era su especialidad y que además no vendía aceite. Don Manuel, que era hombre de recursos, fue a por él,.y con sus dotes de persuasión consiguió que el neumatiquero se lo cambiase. Total, -dijo- ¿qué le puede costar quitar el tapón del cárter y luego echarle el aceite? Además viene la cantidad justa. El hombre se metió bajo el coche y quitó el tapón del cárter, pero no se dio cuenta que lo que en realidad vaciaba era la caja de cambios pues el motor quedaba oculto bajo una chapa protectora y no lo vio. Un coche visto por abajo es muy diferente a visto por arriba. Bajó pues el coche y le zampó al motor la lata entera. Es decir, dejó la caja cambios sin aceite y el motor con el doble. Pero, ¿porqué el motor se puso como se puso? Cuando se sobrepasa el nivel máximo de aceite el cigüeñal golpea el aceite y se forma una nube de gotas mezcladas con aire, al calentarse esta mezcla se vuelve altamente inflamable, sube por el tubo de respiración cerrada y entra en el colector de admisión y retroalimenta el motor. El TDi de don Manuel en cuanto tomó temperatura ya no necesitó del gasoil, pues la mezcla aire aceite del motor se convirtió en el combustible. Piense el lector que los motores diesel no tienen palomilla de acelerador, van siempre “a fondo”, lo único que se regula el la cantidad de combustible que se inyecta. En nuestro caso concreto el combustible entraba a caño libre. Cuanto más se revolucionaba el motor, más aceite entraba y cuanto más aceite entraba más se revolucionaba, había entrado en un auténtico círculo vicioso de destrucción. Si usted, lector, tiene un diesel y le gusta comprobar el nivel de aceite, habrá observado que en la varilla, en la parte correspondiente al máximo suele poner “DANGER”, que es precisamente para que no se sobrepase y no suceda lo que a nuestro protagonista. Ahora aparece otra cuestión. ¿Pudo don Manuel haber evitado la catástrofe? ¿A usted se le ocurre cómo? Ruego al lector deje la lectura a un lado, alce la mirada, déjela vagar sin trabas y medite sobre la cuestión.
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Solución: Frenar enérgicamente sin pisar el embrague ni quitar la velocidad hasta detener el coche, con lo que el motor, al tener una velocidad metida, se calará Fácil ¿no? |
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